En un segundo.

Se acerca a ella por detrás, abrazándola, ambos respiran con fuerza.

-Me quieres.

-Ah, ¿Si? –responde ella riendo.

-Sí. Tú no te quedarías conmigo si te sintieras obligada a hacerlo, si no me quisieras.

-Ah, ¿No? –vuelve a reír.

-No. Si fueras así, no serías la mujer de la que me enamoré y entonces yo tendría que marcharme.

Desaparece por un segundo, pero vuelve con una sonrisa mientras se da la vuelta.

-Pues de momento márchate a la cocina –le da un beso- hoy cocinas tú.

Él devuelve el beso y va a la cocina mientras ella se queda sentada, observándole con una sonrisa. Una sonrisa falsa, por otra parte, pues en este mismo momento comienza a comprender que aquel hombre ya no está enamorado de ella. Y él ni siquiera se ha dado cuenta.

Deja un comentario