Temores

Sin lugar a duda, el olvido es el mayor temor al que se puede enfrentar un libro. Un libro nace con el único objetivo de ser leído, de que un curioso lector lo coja y descubra cada secreto oculto en sus páginas, cada pequeño detalle que forma esa historia que el libro guarda. Siempre que abrimos uno, leemos, sentimos y pasamos una a una las páginas pensando qué nos vamos a encontrar o con qué nos va a sorprender ahora, damos vida a ese libro. Una vez finalizamos la lectura y completamos la historia, nuestro pequeño amigo (de tamaño variable), queda satisfecho con nosotros y “muere” en paz. Cada recuerdo, por muy breve que sea, que tengamos de este, de sus personajes, de su historia, o simplemente del escenario que acoge a nuestra aventura, equivale a un pequeño latido que devuelve a la vida al tomo, de una forma completamente efímera, pero absolutamente satisfactoria.

Por otro lado, cada vez que un libro nos aburre, se nos hace pesado, o simplemente no nos atrapa y lo dejamos aparte sin ni siquiera finalizar su lectura, el libro no cumple su objetivo. No existe esa pequeña sonrisa de satisfacción al acabarlo, ni la emocionante sensación de iniciar la aventura. Entonces el libro muere con el recuerdo de no haber cumplido su misión. De igual manera pasa con un cuadro, o una canción. El autor refleja sus ideas y emociones en un papel, un lienzo, o en una partitura, con el objetivo de liberarse y sentir la hermosa sensación de ser recordado. Porque si un libro es olvidado, muere. Pero si es recordado vive, y lo que es más, vive su autor.

Sin lugar a duda, el olvido es el mayor temor al que se puede enfrentar un ser humano.

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